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7 ene 2016

Salmos 21:13

Engrandécete, oh Jehová, en tu poder; cantaremos y alabaremos tu poderío.



El día de hoy, mientras paseaba a mi perro, pasó un coche que me llamó mucho la atención y me fijé en la persona que lo estaba manejando.  Pensé por un momento en lo exitoso que debía ser para tener ese coche.  ¿Sabes?  Lo que tenemos habla mucho de quiénes somos.  Las personas que logran tener mucho éxito económicamente, viven en lugares privilegiados y realizan actividades distintas a los que no tienen los mismos recursos.  De cierta manera, podemos decir que su patrimonio: crece o se engrandece.  El pasaje de hoy es muy claro: Señor, engrandécete en tu poder mientras yo te alabo.  El mensaje que manda la cultura pareciera similar pero es sumamente distinto: engrandécete y alábate.  Satanás quiere hacernos pensar que Dios juega un papel en nuestra vida pero no es principal.  Nos hace pensar que nosotros somos realmente quienes decidimos y que nuestro esfuerzo es el camino a alcanzar lo que deseamos.  Un mensaje enfocado en mí, luego en mí y por último en mí.  ¿El mensaje de la biblia?  Primero Dios Padre, luego Dios Hijo y por último Dios Espíritu Santo.  Todos en una trinidad perfecta.  Engrandécete Jehová, dice el salmista.  ¿Tú que le dices a Dios?  ¿De esto me encargo yo o toma control pleno de mi vida?  ¿Engrandécete en mis problemas pero déjame llevar mi vida a mi manera?  ¿Te alabo cuando todo está bien y te reclamo cuando las cosas no son como me gustaría?  Juan el bautista dice: es necesario que Cristo crezca y que yo mengüe.  ¡Hermosas palabras!  Cuando el salmo dice: engrandécete Jehová, implica que yo me hago chico.  ¿Lo puedes entender?  Es extremadamente profundo.  Piensa por un momento que estás en una excursión por una ciudad en la que no entiendes el idioma y no conoces sus calles.  Sería muy fácil reconocer la necesidad de un guía.  Escucharías sus instrucciones y harías caso de ellas.  Dejarías que hablara por ti e intercediera para pedir lo que necesitas.  Estoy seguro que en ningún momento pensarías en mejor tomar tus propias decisiones y caminar sin saber a dónde te diriges.  Pues con Dios pasa algo similar.  Cada vez que permites que él crezca, estás dejando que dirija tu vida por terrenos desconocidos.  Enfermedades.  Enojos.  Rencores.  Angustias.  Todos estos terrenos los navegas a través de Su palabra y Su perspectiva.  Confías en él y dejas que él guíe en todo momento.  Él crece y tu eres bendecido al hacerte pequeño pues las bendiciones no dejan de fluir.  Por el contrario, cuando decides que te gustaría crecer en algunas áreas y no entregárselas al Señor, las cosas no fluyen.  No hay la misma paz.  No hay el mismo gozo.  No hay las mismas bendiciones.  Dios no quiere esto.  Claramente nos dice que seamos fríos o calientes pero no tibios.  O le entregamos nuestra vida o simplemente no quiere que estemos vagando diciendo que le amamos cuando realmente no le obedecemos.  El versículo de hoy nos recuerda lo importante que es dejar que él crezca y dirija nuestras vidas.  Satanás nos intenta convencer de lo contrario.  Examina tu vida y date cuenta de dónde estás parado.  ¿Quién está creciendo?  ¿Quién está guiando?

Oración

Padre: toma el control de mi vida.  Guíame.  Muéstrame tu camino.  Quiero que tú crezcas y yo te alabe en todo momento.  Perdona mis pecados mi Dios y no permitas que mi orgullo estorbe en mi comunión contigo.  Dame entendimiento y abre mis ojos para darme cuenta de todo lo que quieres que cambie.  Gracias por tu amor y por permitirme tener comunión contigo.  Gracias en Cristo Jesús.  Amén.

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