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20 ene 2016

Salmos 22:6-8

Pero yo, gusano soy y no hombre; la gente se burla de mí, el pueblo me desprecia.  Cuantos me ven, se ríen de mí, lanzan insultos meneando la cabeza: éste confía en el Señor ¡pues que el Señor lo ponga a salvo!  Ya que en él se deleita ¡que sea él quien lo libre! 



Mateo 27:39-44 dice: y los que pasaban le injuriaban, meneando la cabeza y diciendo: sálvate a ti mismo; si eres hijo de Dios, desciende de esa cruz; a otros salvó y a sí mismo no puede salvarse; confió en Dios, líbrele ahora si le quiere.  Resulta imposible negar la profecía en este Salmo y verla cumplida en Cristo Jesús.  Recién celebramos la navidad.  El nacimiento de Jesús.  Se promueven los buenos deseos en esta época.  La gente trata de hacer algo bueno por el prójimo y, en general, reina la buena voluntad.  Sin embargo, la venida de Cristo nos anuncia algo mucho más profundo.  Su vida nos ayuda a entender lo que el pecado realmente ocasiona en nosotros y el pago tan grande que se tiene que hacer para ser redimidos.  Personalmente me cuesta trabajo leer pasajes sobre el via crucis.  Simplemente imaginar lo que tuvo que atravesar Jesús me parece insoportable.  ¿Cómo podemos llegar a ser tan crueles y viles como seres humanos?  ¿Por qué tenemos tanto odio como para escupir, golpear y gozarnos en el sufrimiento del prójimo?  El pecado nos esclaviza.  Nos aplasta.  Nos consume.  Nos lleva a lo más bajo que podemos llegar.  Cristo tuvo que soportar todo por ti y por mí.  Tuvo que ir a lo más cruel, lo más bajo, lo más doloroso para poder darnos la oportunidad de ser reconciliados con el Padre.  ¿No te parece asombroso?  Tuvo que ser menos que un humano y llegar al grado de gusano para poder redimirnos.  ¿Qué puede hacer un gusano?  Nada.  Simplemente dejar ser aplastado.  Así sufrió nuestro Dios.  Lo destrozaron.  Lo humillaron.  Le insultaron.  Se burlaron de él.  Mientras tanto, él se mantuvo fiel y cumplió con la voluntad del Padre.  Absolutamente nada pudo detener a Jesús para obedecer y permanecer fiel.  Su historia no es una novela ni un cuento de ficción.  Fue la vida del Hijo de Dios hecho hombre.  Fue real.  Cumplió con las profecías que se escribieron sobre él.  Como humanos buscamos ser servidos y exaltados.  Dios, siendo dios, se humilló hasta la muerte como un gusano.  Es el mejor ejemplo que podemos tener para entender lo insignificante que es el buscar ser servido y exaltado en esta vida.  ¿Lo puedes entender?  Te lo repito.  Todo el testimonio que Dios nos dejó y, en especial su forma de morir, nos deben llevar a entender que lo más importante en esta vida no es ser servido, tener riquezas o fama sino ser reconciliados con el Padre y perdonados por nuestros pecados.  El mundo está ordenado en forma de pirámide donde muy pocos están arriba y muchos están abajo deseando subir.  El plan de Dios es invertido.  Todos estamos abajo sirviendo a los demás y él mismo dejó el ejemplo al entregar a su Hijo por nosotros.
Dentro de toda esta oscuridad y sufrimiento, este hecho trae esperanza.  Nos motiva a imitarle sabiendo que tenemos un Padre que nos ama y nos recibirá con los brazos abiertos.  Piensa en esto: Jesús nació en un pesebre y murió en una cruz.  No hay peor forma de nacer y morir.  No compró una casa.  No tenía dinero ahorrado.  No se preocupaba por su retiro o por viajar o por cualquier otra cosa que hoy en día nos agobia.  Sin embargo, su vida es ejemplar y dividió al el tiempo después de su venida.  Aprendamos más de él.  Imitémosle sin restricción.  Escuchemos al Espíritu mostrarnos el camino que tiene para nosotros y las transformaciones que quiere hacer en nuestro carácter.

Oración

Señor: gracias.  No merecías ese sufrimiento.  No merecías hacerte hombre y humillarte de esa manera.  Ayúdame a entender y valorar ese amor tan increíble que tienes para mí y motívame a imitarte para llevarlo a los demás.  Abre mis ojos Padre para poder ver cuánto te estorba mi orgullo y cuánto hay arraigado en mi vida de la cultura de este mundo que es necesario eliminar para dejarte crecer en mí.  Te pido perdón por mis pecados y sobre todo, que transformes mi corazón para que sea agradable a Ti.  Te lo pido en el nombre de Jesús.  Amén.

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