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11 ene 2016

Salmos 22:1-2

Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado?  ¿Por qué estás tan lejos de mis salvación y de las palabras de mi clamor?  Dios mío, clamo de día y no respondes y de noche y no hay para mí reposo.



Sin duda alguna tenemos que hacer una referencia a la crucifixión de Cristo.  Las mismas palabras son utilizadas por David.  Pudiera ser una profecía de lo que vendría y al mismo tiempo nos sirve para entender cómo los sentimientos juegan un papel sumamente importante en nuestro crecimiento espiritual.  Sabemos que Dios no nos abandona ni desampara sin embargo, cuántas veces te has sentido tan vulnerable que pareciera que no está cerca o que ha dejado de escuchar tus oraciones.  El mismo Cristo podría haber pensado lo mismo la noche antes de su via crucis.  Sabía perfectamente la importancia de la oración y no dejó de hacerlo.  Clamó al Padre.  Una y otra vez.  Sus sentimientos salían fácilmente como el vapor sube al cielo.  A pesar de su firmeza y constancia en oración, fue llevado a la cruz.  ¿Qué sucedió?  ¿Dios lo abandonó?  ¿Pudiera abandonarme a mí también?  Lo que sucedió es el mejor ejemplo que tenemos para llevar nuestra vida.  Cristo oró al Padre y posteriormente confió en los planes de él y no en los suyos.  Entregó su vida a la voluntad del Padre, confiando en que su plan es perfecto y el dolor físico no se compara con la gloria espiritual.  ¿Sabes?  Tus pruebas las puedes hacer tan carnales o espirituales como tú quieras.  Por ejemplo: si estás buscando un trabajo, podrías pensar que la prueba está en encontrar uno y buscar colocarte de la mejor manera.  Por otro lado, podrías buscar crecer en tu fe y confianza en el Señor y vivir en paz sabiendo que él abre los caminos que serán lo mejor para ti.  Podrías pasar los días buscando una solución para encontrar tu trabajo o pasarlos orando y buscando constantemente al Señor para no olvidar que en él confías y en él descansas.  ¿Lo puedes ver?  Cristo podía haber estado preocupado por su prueba carnal: el sufrimiento físico que vendría.  Sin embargo, estuvo más preocupado por cumplir con la prueba espiritual: pagar por nuestros pecados.  Cuando leemos las palabras de David o de Cristo: por qué me has desamparado, no debemos pensar que Dios dejó de estar.  ¡Es imposible!  Tampoco podemos pensar que dejó de amarle.  ¡También resulta imposible!  Nosotros, en nuestra carne, sentimos esa separación por culpa del pecado, sin embargo, Dios no puede abandonarnos.  Su promesa es muy clara.  Todos los que somos hijos suyos, iremos a su presencia.  No nos abandonará.  Mejor aún, no te ha abandonado.  Independientemente que te sientas alejado, él está ahí y no se ha movido.  Mas bien, tú necesitas meditar y entender si tu prueba la estás viendo por el lado carnal en lugar del espiritual.  Tal vez estás clamando pensando que las cosas deberían ser distintas cuando lo que debe de cambiar es tu actitud hacia ellas.  Pregúntate qué quiere enseñarte Dios con lo que está sucediendo.  ¿Qué debes cambiar de tu personalidad?  ¿Qué área debes entregar?  Los sentimientos nos muestran dónde está nuestra fe.  Pase lo que pase, no dejes de orar.  No te apartes de la palabra de Dios.  No dejes que tu carne te confunda.  Dios no te ha abandonado y no te dejará ni un instante pues su te ama y quiere siempre lo mejor para ti.

Oración

Padre: sé que me amas pero en ocasiones es difícil entender lo que pasa.  Yo quiero seguirte y vivir agradecido con lo que decidas que venga a mi vida.  Gracias por no abandonarme y por recordarme que siempre estás ahí.  Te pido que se haga tu voluntad y crezca espiritualmente.  Te lo pido en el nombre de Jesús.  Amén

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