Vistas de página en total

10 may 2016

Salmos 25:16-18 Mírame y ten misericordia de mí porque estoy solo y afligido. Las angustias de mi corazón se han aumentado; sácame de mis congojas. Mira mi aflicción y mi trabajo y perdona todos mis pecados.

Venimos de leer en el versículo anterior que su mirada se mantiene en Jehová y que vive convencido que Él le libra de los problemas y tentaciones para llegar ahora a un punto donde parece que no puede más.  David se siente solo y afligido.  Sus angustias no disminuyen sino al contrario van en aumento.  ¿Qué está pasando?  ¿Fueron palabras vanas las del versículo 15?  ¿Hipocresía?  Nada de eso.  De hecho, todo lo contrario.  David nos abrió su corazón sin temor ni restricción.  Nos enseñó en dónde estaba su esperanza y hacia dónde buscaba dirigirse.  Sin embargo, esto nos enseña que es normal atravesar momentos así.  Escuchamos la palabra de Dios y nos motivamos.  Nos llenamos de energía y salimos adelante.  Todo para que unos días después volvamos a caer.  ¿Ya te identificaste?  No eres el único.  Nos pasa a todos.  Lo importante es entender que cuando uno pone la mirada fija en el Señor, a pesar de que vuelvan momentos como en el que leemos hoy, donde la aflicción y las angustias crecen, nosotros no somos los mismos conforme avanzan los días.  Me explico mejor.  Conforme atravesamos situaciones donde nuestra fe es puesta a prueba y buscamos mantenernos firmes en el Señor, a pesar de que lleguen momentos donde volvamos a gritar por ayuda, ya no somos iguales a la primera vez que lo hicimos.  Tal vez no lo puedas notar pero conforme va pasando el tiempo y la prueba continúa, tu carácter se sigue forjando.  Piensa en algún momento donde hayas tenido una circunstancia difícil.  Piensa cuánto cambiaste después de ese evento.  Cuando estabas a la mitad de todos los problemas te resultaba imposible darte cuenta de los avances que estabas realizando pero ahora que puedes verlo en retrospectiva es mucho más sencillo.  ¿Lo estás entendiendo?  Entonces no se trata de nunca llorar, sufrir, tener aflicción o congoja sino de entender que es parte del proceso que uno debe atravesar para que Cristo moldee nuestro corazón a imagen suya.  No debemos sentirnos cabizbajos porque nuevamente estamos acudiendo al Señor por auxilio.  No debemos sentirnos derrotados porque estamos clamando a Dios y sentimos que no podemos más.  ¡Ese es Satanás acusándote y queriendo aplastar la esperanza que Dios ha puesto en ti!  ¿Te das cuenta?  Medita un momento en esto pues es muy importante.  Mira cómo David termina diciendo: perdona mis pecados.  Expone lo que hay en su corazón al Señor y en ningún momento se olvida de su estatus de pecador.  No le exige a Dios.  No se pone a su nivel sino que en todo momento entiende que Él es el Creador y David el creado.  No le reclames a Dios por lo que pasa en tu vida.  Probablemente tú ocasionaste gran parte de lo que estás pasando.  Si no, tampoco tienes motivo para hacerlo.  ¿Quién eres tú para cuestionar al Dios Todopoderoso, el Dios que te permite vivir un día más?
No sé qué está pasando por tu vida en este momento ni tus sentimientos al leer lo que escribo.  Lo que sí te puedo asegurar es que Jehová está con los brazos abiertos queriendo escuchar todo lo que tienes dentro de tu corazón y que está aplastándote tanto que no puedes seguir adelante.  No estás solo.  Dios te ama y quiere estar contigo.  Así como David le abrió su corazón y le expuso sus sentimientos, te recomiendo que hagas lo mismo.  Sean de angustia o de alegría, abre tu corazón y disfruta de un tiempo íntimo con el creador.  Deja que tu corazón se haga chiquito y salgan lagrimas ante tanta grandeza e inconmensurable amor.

Oración

Señor: gracias.  Gracias por rescatarme.  Gracias por abrazarme.  Gracias por amarme.  Toma mi vida.  Toma mis problemas y todo lo que he venido cargando y que está aplastando mi esperanza.  Padre, perdona mis pecados y aléjame del mal.  Guíame por tu camino y no permitas que me aparte de Ti.  En Cristo Jesús.  Amén

No hay comentarios: