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24 may 2016

Salmos 26:3-5 Tu gran amor lo tengo presente y siempre ando en tu verdad. Yo no convivo con los mentirosos ni me junto con los hipócritas; aborrezco la compañía de los malvados; no cultivo la amistad de los perversos.


Personalmente nunca tuve mucho problema en no hacer lo que todos estaban haciendo.  Obviamente de niño, si todos jugaban o se portaban mal, ahí estaba yo también.  A lo que me refiero es que tengo el recuerdo desde niño a siempre cuestionar lo que hago y tratar de entender por qué lo hago.  Por ejemplo: en secundaria tuve una etapa en la que cada semana hablábamos de los equipos de fútbol que habían ganado y perdido.  Obviamente, como buenos adolescentes, las pláticas eran más bien molestarse unos a otros cuando un equipo venció al otro o en general cuando perdía tu equipo.  Conforme pasó el tiempo comencé a cuestionarme lo que estaba pasando.  Yo nunca decidía sobre qué jugadores estaban en la cancha y mucho menos me preguntaban qué pensaba sobre “mi equipo”.  Noté también que se volvía un tanto monótono semana tras semana molestarnos unos a otros por lo que habían hecho “nuestros” equipos.  Llegó un punto donde me cansé lo suficiente y dejé de ver fútbol o de tener “mi equipo”.  ¿Qué tiene que ver esto con el devocional de hoy?  Te pido lo leas de nuevo con mucho detenimiento teniendo en cuenta lo que te acabo de platicar.  Hay muchas cosas que nosotros no podemos controlar, sin embargo, uno de los factores más importantes de nuestra vida sí depende de nosotros: con quién pasamos tiempo.  Piénsalo.  Es muy simple.  ¿Con quién pasaste tiempo en las últimas dos semanas?  ¿Qué tipo de conversaciones tuviste?  Si algo de verdad puedes encontrar en este mundo es que nuestras relaciones modelan mucho nuestro ser.  Ya sea para crecer como hijos de Dios o por el contrario, para dar rienda suelta a nuestra carne, las personas que están a tu alrededor influyen de una manera importantísima.  Tristemente el miedo hace que muchas personas permanezcan en relaciones dañinas y autodestructivas.  ¡Cuántas veces has estado con alguien que sabías que no era buena influencia y aún así continuaste esa relación por miedo!  ¿Cuántas veces has hecho lo que no debías por miedo ha ser rechazado, señalado o recibir burlas?  Pon atención: hacer lo correcto no es popular.  Hacer lo correcto requiere carácter.  Uno necesita estar firme en sus principios y poner al Señor por encima de todo para realmente despojarse de uno mismo y tener fuerza para decir no en los momentos correctos.  ¿Cómo saber cuándo decir que sí o que no?  Fácil.  David nos da la respuesta: siempre ando en Tu verdad.  Lee la biblia y aprende los principios de Dios.  Cuestiona lo siguiente: ¿esto que hago trae gloria a Dios; me hace amar a mi prójimo; fortalece mi comunión con Él; me hace crecer espiritualmente; agrada a Jehová?  Las respuestas deben ser un simple sí o no.  Si no puedes contestar así, lo más probable es que estás poniendo pretextos para hacer tu voluntad por encima de la de Dios.  Se honesto.  Yo he caído en la misma trampa y por eso escribo sobre ello.  Buscamos por un lado y por otro para tratar de acomodar a Dios a lo que queremos.  La realidad es que así no funcionan las cosas.  El salmo de hoy es increíblemente simple y muy poderoso al mismo tiempo: guíate en la sabiduría de Dios y pon atención con quiénes te rodeas.  No tomes esto a la ligera.  Las personas que están a tu alrededor influyen mucho más de lo que te imaginas y pueden hacerte crecer inmensamente o por el contrario traer destrucción a tu vida.  Pon a los pies del Señor tus amistades.  ¿Tienes un novio o novia y no sabes qué hacer?  Entrega esa relación a Dios y pide que te saque de ahí si esa persona no es para ti.  Las personas que no quieren agradar a Dios mienten, dicen chismes, son hipócritas, tienen envidias y no buscan lo que es mejor para ti.  Ojo, también aquellos que creen en Dios pueden caer en estos mismos errores pero la probabilidad es menor pues el objetivo en común es dejar atrás esa naturaleza caída.  Así que, en conclusión, pon mucha atención a tu manera de conducirte.  Cuestiona por qué haces las cosas.  Cuestiona por qué te juntas con esta persona o aquella.  Cuestiona qué tipo de consejo recibes en situaciones difíciles y sobre todo, no temas en cortar relaciones que sean destructivas.  Cuestiona.  Cuestiona.  Cuestiona.

Oración

Padre: pongo a tus pies todas mis relaciones.  Pongo a tus pies mi vida para que me guíes siempre en tu amor y verdad.  Abre mis ojos, mi entendimiento y mis deseos para poder discernir de aquellas relaciones que son piedra de tropiezo para mi crecimiento espiritual.  Dame fuerza y fe para entender dónde debo cortar el hilo y tomar otro camino.  No permitas que el miedo me paralice.  Gracias por mostrarme cuánto daño o bendición puede traer a mi vida una mala relación.  Oro a Ti, en el nombre de Jesús.  Amén.

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