Vistas de página en total

5 mar 2012

Hechos 19:23-27


Por aquellos días se produjo un gran disturbio a propósito del Camino.  Un platero llamado Demetrio, que hacía figuras en plata del templo de Artemisa, proporcionaba a los artesanos no poca ganancia.  Los reunió con otros obreros del ramo y les dijo: Compañeros, ustedes saben que obtenemos buenos ingresos de este oficio.  Les consta además que el tal Pablo ha logrado persuadir a mucha gente, no sólo en Éfeso sino en casi toda la provincia de Asia.  Él sostiene que no son dioses los que se hacen con las manos.  Ahora bien, no sólo hay el peligro de que se desprestigie nuestro oficio, sino también de que el templo de la gran diosa Artemisa sea menospreciado y que la diosa misma a quien adoran toda la provincia de Asia y el mundo entero, sea despojada de su divina majestad.


Hay un libro llamado ¿Dónde está mi queso? El cual cuenta la historia de dos ratones que estaban muy felices.  Cada día la pasaban muy bien y cuando tenían hambre sabían a dónde acudir para comer: una esquina con un gran queso.  Conforme pasaron los días, el queso se fue consumiendo hasta que un día, ya no había nada.  ¿Qué hacemos?  Se preguntaron.  Después de un tiempo, uno de ellos decidió irse y buscar uno nuevo mientras el otro se quedó esperando a que regresara el queso que había antes.  Obviamente, el queso nunca volvió a aparecer y por el contrario, el ratón que decidió buscar uno nuevo encontró otro aún más grande.  ¿Qué tiene que ver esta historia con el pasaje de hoy?  Que muchas veces nuestro miedo al cambio y a lo desconocido nos limita en aceptar a Cristo o dejarlo que transforme nuestras vidas como Él quiere hacerlo.  Vuelve a leer el pasaje poniendo atención a la perspectiva que tenía Demetrio de lo que era un dios y cómo veía a Pablo como una amenaza.
El encuentro con Cristo no es una amenaza a lo que estamos haciendo.  No llegó a castigarnos y a regañarnos sino todo lo contrario: vino a amarnos y a reconciliarnos con Dios Padre.  El problema es que estamos tan metidos en nuestras cosas que pensamos que lo único que busca el cristianismo es hacernos pensar que todo está mal.  Demetrio sería el ratón que decidió esperarse en su esquina a que un nuevo queso volviera a aparecer en lugar de buscar entender lo que estaba pasando frente a él.  Prefirió alborotar a todos.  Prefirió insinuar que Pablo quería destruir el templo y a su dios. 
Cuando leo la reacción de Demetrio, tristemente la puedo identificar con muchas reacciones de hoy en día.  No solo de personas que no conocen a Jesús sino también de creyentes.  Visiones limitadas que no permiten que el Señor haga milagros en su vida pues no están dispuestos a cambiar.  Piensan que la gente está en su contra y que ellos están muy bien tal y como han vivido hasta ahora.  Se sienten orgullosos porque no los han logrado “convencer”.  Prefieren alborotar y juntar personas que piensen como ellos en lugar de escuchar y tratar de entender que Dios los está buscando no para regañarlos sino para permitirles tener comunión con Él.
Demetrio pensaba que el prestigio de su profesión, del templo y de la misma diosa se verían afectados por lo que Pablo estaba realizando.  Se sintió amenazado y reaccionó.  Tal vez tú también te has sentido amenazado cuando la palabra de Dios se ha expuesto en tu vida.  Todo aquello que te daba seguridad y estabilidad se derrumbó en un instante al ser comparado y expuesto a la luz de Cristo.  Tranquilo.  Es normal.  Debes saber que Dios quiere tener comunión contigo.  No quiere regañarte ni aplastarte.  Busca que te arrepientas de tus pecados y que reconozcas tu necesidad de Él.  Por otro lado, si tu ya has aceptado a Cristo, no debes temer a los cambios que te ha mostrado que debes realizar.  Tal vez toda tu vida ha sido a tu manera y tienes miedo de cambiar.  Te animo a que no te quedes esperando que regrese el queso del que tanto te acostumbraste a comer.  Te animo a que no seas como Demetrio que prefirió enfrentar a Pablo y por consecuencia darle la espalda al Creador por no querer ver y aceptar lo que se le estaba anunciando.  El cambio es bueno.  Siempre aprendemos de él.  Deja que Dios te muestre su camino y estoy seguro que te sorprenderás al darte cuenta de todo lo que te estabas perdiendo.
Oración 
Señor: hoy aprendí que has venido para que me reconcilie contigo y no para regañarme por todo lo que he hecho mal.  Te pido que me perdones de todos mis pecados y te doy gracias por el amor que me ofreces sin merecerlo.  Yo te pido que limpies mi corazón y que Jesús sea mi Señor y mi Salvador.  No quiero quedarme sin hacer nada por miedo a cambiar por lo que te pido me des seguridad y confianza para dejarte transformar mi vida.  Gracias por tu gracia y misericordia para conmigo.  Te pido todo esto en el nombre maravilloso de Cristo Jesús.  Amén 

2 comentarios:

Jhonson dijo...

Excelente, muy buen enfoque le has dado a esta historia de la biblia.

Un Tiempo con Dios dijo...

!Gracias!