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16 mar 2012

Hechos 20:22-24


Y ahora tengan en cuenta que voy a Jerusalén obligado por el Espíritu, sin saber lo que allí me espera.  Lo único que sé es que en todas las ciudades el Espíritu Santo asegura que me esperan prisiones y sufrimientos.  Sin embargo, considero que mi vida carece de valor para mí mismo, con tal de que termine mi carrera y lleve a acabo el servicio que me ha encomendado el Señor Jesús, que es el de dar testimonio del evangelio de Dios.


Pablo era un ser humano como tú y como yo.  No era sobrenatural.  No es un personaje ficticio.  La biblia no es una novela sino historia real.  Su vida fue real.  Sin embargo, su ejemplo es tan impresionante que comenzamos a verlo como fuera de este mundo.  Pensamos en nosotros y estamos en el nivel 1, pensamos en Pablo y lo ponemos en un nivel inalcanzable.  ¿Cierto?  ¿Acaso cuando lees sobre la vida de él, quieres que tu testimonio sea similar?  Yo creo que tristemente pocas personas lo buscan y el problema radica en que no entendemos bien qué hizo Pablo para llegar a ese nivel “inalcanzable” de entrega espiritual.  ¿Qué hizo?  Obedecer.  No hay que encontrar el hilo negro.  No es un misterio.  La obediencia transforma y revoluciona.  Sí, podrás decir, yo entiendo que debo obedecer pero ¿Cómo voy a hacer esto o aquello?  Tú no entiendes mi situación.  Tú no entiendes lo que es estar en mis zapatos.  Tú no conoces como es esta persona.  Tú no sabes lo que es tener este sentimiento.  Tú no sabes lo que he sufridoPablo vivió en otra época.  Pablo era distinto.  Pablo tuvo el encuentro con Dios y por eso pudo entregarse más.  Yo sé que no conozco ni entiendo tu situación y que piensas que tienes la razón.  Sé que hay temor en tu vida al no saber qué hacer.  Sé que prefieres elevar los ejemplos de la biblia como vidas inalcanzables para ti y las conviertes en sueños que algún día te gustaría alcanzar pero en realidad sabes que no llegará ese momento.  ¿Te estoy descubriendo?  La verdad es que es Dios que está abriendo tu corazón y tu entendimiento.  La vida de Pablo y de cada personaje ejemplar de la biblia es alcanzable para ti y para mí.  Los milagros que el Señor hizo en su vida los quiere volver a hacer en la tuya, en la mía y en la de todos nosotros.  ¡No hay límite para las bendiciones de Dios!  El límite lo ponemos nosotros al no querer obedecer y al pensar que no podemos más.  Tú y yo somos los que le ponemos freno al Señor cuando Él nos ha dado rienda suelta para vivir gozándonos en sus bendiciones, en su amor, en su paz en su sabiduría en su gozo y en sus milagros.
Pablo no se estaba dando golpes de pecho.  No quería recibir condolencias ni admiración.  Era una persona directa y concisa en lo que hacía y decía.  El Espíritu Santo le había hablado y sabía lo que vendría.  Momentos llenos de pruebas y sufrimiento físico.  Pero aprovecha ese conocimiento para compartirlo con los demás y enseñarles lo que Dios le ha enseñado: no importa más mi vida sino el cumplir con la tarea que me ha sido encomendada, la de dar testimonio del evangelio de Dios.  ¡Esta es nuestra meta!  ¡Esto es por lo que vivimos y morimos!  No vivimos para crecer, casarnos, trabajar, tener hijos, tener una casa, salir de vacaciones, tener bienes materiales y todo lo que creías que debes tener.  Vivimos para el Señor.  Vivimos para obedecer a Cristo.  ¡Esto es lo que da sentido a nuestro día a día!  Y justamente es lo que Pablo quería transmitirnos.  No se estén preocupando por el día de hoy o de mañana, preocúpense por compartir el evangelio y llevar vidas a Cristo.  Deja que el Señor haga milagros en tu vida.  ¿Cómo?  Obedeciéndolo y dejando que Él se encargue de todo lo demás.  Deja de querer cambiar las cosas.  Pablo sabía que vendrían momentos extremadamente difíciles y aún así va a Jerusalén.  ¿Por qué?  Porque sabe que el camino del Señor es el mejor que podemos caminar.  Ahora nos toca entenderlo y caminarlo también.  Entrega tus problemas al Señor.  Entrega tu amargura.  Entrega tus celos y corajes.  Entrega tu rencor.  Entrega tu afán al dinero.  Entrega tu falta de perdón.  Entrega tu soledad.  Entrega tus tristezas.  Entrega tu corazón.
Oración
Padre: tú que estás en los cielos y reinas sobre todas las cosas, quiero agradecerte por querer tener comunión conmigo.  Quiero agradecerte por amarme y por querer llenarme de bendiciones sin que yo lo merezca.  Padre, yo te pido que perdones mis pecados y vengo a Ti para entregarte mis cargas, mis tristezas y mi corazón.  Toma mi vida Señor.  Toma todo aquello que ya no me deja dar un paso más.  Renueva mi vida.  Renueva mi corazón.  Pon aliento en mi corazón.  Pon amor y consuelo en mi vida.  Lléname de Ti y permite que pueda llevar tus bendiciones a los demás.  Te lo pido en el nombre de Jesús.  Amén.

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