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18 jun 2012

Hechos 26:25-29


No estoy loco, excelentísimo Festo.  Contestó Pablo.  Lo que digo es cierto y sensato.  El rey está familiarizado con estas cosas y por eso hablo ante él con tanto atrevimiento.  Estoy convencido de que nada de esto ignora, porque no sucedió en un rincón.  Rey Agripa, ¿Cree usted en los profetas?  ¡A mí me consta que sí!  Un poco más y me convences a hacerme cristiano.  Le dijo Agripa.  Sea por un poco o por mucho.  Le replicó Pablo.  Le pido a Dios que no sólo usted, sino también todos los que me están escuchando hoy lleguen a ser como yo, aunque sin estas cadenas


Este evento trae a la mesa un punto sumamente debatido entre los seguidores de Cristo.  ¿Qué y cómo se debe compartir el evangelio?  Muchos piensan que se debe ser amoroso y tratar de ser muy sutil mientras que otros quieren exponer la verdad entera y sin restricción.  Honestamente, sea de una u otra forma, pienso que el parámetro que estableció Jesús es que lo hagamos amando a nuestro prójimo.  No queriendo aplastarlo ni criticarlo y por el otro lado, no consintiendo sus pecados.  Además, debes saber a quién te estás dirigiendo y tratar de hablar de una forma en la que puedan entenderte.  Jesús utilizaba parábolas relacionadas con la agricultura porque la mayoría se identificaba con esa labor.  Por esta razón, cuando Festo trata de frenar a Pablo y lo insulta diciendo que ha perdido la cabeza, Pablo se defiende ferozmente sabiendo que el rey Agripa tenía ya conocimiento de los profetas y de la ley.  Así también, es conveniente saber a quién le estamos hablando y cuáles son sus principios.  Insisto, no para pelear.  No para atacar.  Sino para poder llevar mejor el mensaje de Dios.
Por otro lado, me encantan las palabras de Pablo cuando cuestiona al rey sobre su conocimiento de los profetas.  Me encanta que no tuvo miedo ni se quedó callado porque era el rey.  Si bien, era rey de una región, Pablo entendió que él servía al Rey de reyes.  No temas.  No te hagas “chiquito” cuando estés frente a una persona públicamente famosa, con prestigio o poder.  No pienses que no van a estar interesados en tu mensaje.  No frenes tu deber de compartir el evangelio por ninguna de estas causas.  Se amoroso, sencillo y respetuoso pero no temeroso.  Las palabras del Señor son poderosas y penetran hasta lo más profundo de nuestro ser.  Tal vez tengas tiempo queriendo compartir a Jesús con tu jefe o alguna otra persona y no lo has hecho por temor a su posible respuesta.  Has una oración y pide al Señor por sabiduría y que Él te muestre cómo compartir su palabra.  Cuestiona, Pablo cuestionó al rey mismo.  Defiéndete.  Pablo se defendió de los ataques de Festo.  Pero al final, debes estar convencido que Jesús es quien se presentó y a quien hiciste brillar.  No quieras brillar tú.  No quieras que sean tus palabras las que convencen.  Permite que el deseo de Pablo sea tu mismo deseo: que no solo el rey sino todos los que te estén escuchando puedan conocer a Cristo y reconciliarse con Él.
Por último, si te equivocas.  Pide perdón y empieza de nuevo tratando de corregir lo que hiciste mal.  No te desanimes.  Todos nos equivocamos así que vuélvelo a intentar.
Oración
Señor: Padre.  Quiero pedirte que perdones mis pecados y agradecerte por tener ese cuidado tan especial y llenarme de bendiciones que no merezco.  Te pido que pueda aprender a compartir tu palabra sin restricción y que siempre busque que Tú seas quien brille y no yo.  Dame sabiduría, humildad y amor para hablar de tu nombre.  Te lo pido en el nombre de Jesús.  Amén 

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