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26 jun 2012

Hechos 27:1-2


Cuando se decidió que navegáramos rumbo a Italia, entregaron a Pablo y a algunos otros presos a un centurión llamado Julio, que pertenecía al batallón imperial.  Subimos a bordo de un barco, con matrícula de Adramitio, que estaba a punto de zarpar hacia los puertos de la provincia de Asia, y nos hicimos a la mar.  Nos acompañaba Aristarco, un macedonio de Tesalónica.


Haz escuchado el dicho “después de la tormenta viene la calma”.  Pues aunque muchas veces en lugar de calma tenemos que decir que nos “llueve sobre mojado”, finalmente, de una u otra forma, las cosas cambian.  Pablo, después de dos años de estar preso en el mismo lugar, ahora sería trasladado a Italia para poder apelar al emperador.  Todo se dio en el tiempo perfecto de Dios.  No fueron tres años ni cinco.  Tampoco fueron un par de meses o unos cuantos días.  Fue el tiempo que Dios estableció para que Pablo creciera espiritualmente y además, impactara a todos los que estarían con él.  Aristarco su acompañante es prueba de ello.
Piensa en esto por un momento: ¿cuánto tiempo estuviste en la escuela; cuánto tiempo estuviste en tu primer trabajo; cuánto tiempo viviste en la misma casa?  Ahora, medita en cuántas personas vieron y escucharon un buen testimonio de tu parte.  ¿Qué vieron en ti?  ¿Aceptaron a Cristo o se alejaron más?  Cada lugar en el que estás tiene un propósito.  Tiene su tiempo y su forma.  Depende de ti y de mí el ser sabios y sencillos para poder servir al Señor en cada rincón que nos coloca.  El problema viene cuando tenemos nuestra mente y nuestros deseos apuntando a otra dirección que no es Dios.  Tenemos un trabajo y estamos pensando que estaríamos mejor en otro.  Vivimos en una casa y nos gustaría estar en otra.  Ganamos un sueldo y queremos otro mejor.  Vivimos en una colonia o ciudad específica y nos gustaría vivir en otra.  ¿Qué clase de vida es esa?  ¡Qué círculo tan vicioso hemos permitido que se desarrolle en nuestra forma de vivir!  La biblia nos enseña cómo reaccionar, cómo comportarnos y cómo crecer espiritualmente.  El día de hoy, Dios te colocó en un lugar específico.  Hablas un idioma específico.  Tienes cualidades únicas.  Estarás con ciertas personas.  ¿Qué vas a hacer con esto que Dios te da hoy?  ¿Quejarte?  ¿Desear que las cosas fueran distintas?  ¿Simplemente dejar que pasen los días?  ¡Despierta!  ¡Busca que cada día que vives puedas dar gloria al Señor en todo lo que haces!  ¿Tienes casa?  Abre sus puertas y permite que la palabra se estudie ahí.  Recibe gente y comparte de tus bendiciones.  ¿Tienes salud?  Utilízala ayudando a aquellos que no la tienen.  ¿Tienes trabajo?  Comparte lo que recibes con aquellos que no son tan afortunados.  
En el pasaje de hoy aprendemos que tarde o temprano las cosas cambiarán.  Un día estaremos aquí y otro estaremos allá.  ¿Qué vas a contestar cuando Dios te pida cuentas?  Te animo a que pidas perdón y cambies de dirección.  No te escondas más.  No dejes que pase más tiempo.  Sal y ponte a servir al Señor en cada detalle de tu vida sin importar el lugar ni las circunstancias.
Oración
Señor y Padre: alabado seas.  Eres grande y todopoderoso.  Gracias por amarme y por darle sentido a mi vida.  Gracias por mostrarme cómo corregir mi vida y darme la oportunidad de empezar nuevamente a pesar de mis fallas.  Hoy te pido que pueda aprender a servirte en todo lo que haga.  Que pueda aprender a compartir las bendiciones que me das y que mi vida sea un testimonio de tu gran amor.  Gracias Señor, en el nombre de Cristo Jesús.  Amén 

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