Vistas de página en total

18 feb 2013

Filipenses 3:2-3


Cuídense de esos perros, cuídense de esos que hacen el mal, cuídense de esos que mutilan el cuerpo.  Porque la circuncisión somos nosotros, los que por medio del Espíritu de Dios adoramos, nos enorgullecemos en Cristo Jesús y no ponemos nuestra confianza en esfuerzos humanos.



Hace poco platicaba con una persona judía acerca de su dieta alimenticia.  Estaba muy orgulloso por ser disciplinado y comer rigurosamente aquello que estaba aprobado por su religión.  Por otro lado, yo meditaba en otras cosas que hacía que iban en contra de lo que decía creer.  No lo estaba criticando, solamente estaba analizando la manera en la que nuestra mente funciona y la perfección con la que Dios nos conoce.  Nuestra mente nos engaña.  Nosotros mismos nos queremos convencer de qué está bien y qué está mal.  Pensamos que si hacemos 1,2 y 3, entonces 4, 5 y 6 están “cubiertos”.  No se trata de “neutralizar” pecados con buenas acciones.  No puedes pensar que la vida espiritual es igual a contar calorías.  Corres 10km entonces puedes comerte una dona de chocolate.  Perdoné a los que me ofendieron, entonces tengo derecho a mentir dos veces.  Suena ilógico.  Lo sé.  ¡Pero la realidad es que muchas veces así pensamos!  Nos engañamos pensando que no estamos tan mal y contamos nuestras “buenas” obras.  
Cuídense de los despreciables, cuídense de los que hacen el mal y de los que mutilan el cuerpo.  Pablo nos advierte sobre aquellos que quieren confundirnos.  Aquellos que quieren hacernos creer que debemos continuar “sacrificando” la carne para poder estar bien espiritualmente.  La circuncisión fue el pacto que hizo Dios con Abraham.  Sería una señal sobre quiénes pertenecen y quiénes no.  Con la venida de Cristo esto cambia pues Él es la culminación del pacto de Dios con nosotros.  No necesitamos continuar los sacrificios.  Las obras y los sacrificios físicos no tienen cabida pues el sacrificio de Dios hecho hombre cumple con todo lo que necesitamos para ser perdonados y reconciliados con Dios Padre.  Por esto nos advierte Pablo sobre el cuidado que debemos tener.  Es fácil confundirse y pensar que debemos seguir realizando actos de sacrificio o de agradecimiento a Dios para ser perdonados.  ¡Cuidado!  Ahora que viene semana santa, muchos buscarán realizar distintos sacrificios para “reconciliarse” con Dios.  Dejarán de comer ciertos alimentos o buscarán algún compromiso con el Señor.  ¡Cuidado!  Cristo ya hizo ese sacrificio.  Al hacer uno nosotros, despreciamos lo que Jesús ya hizo por nosotros.  Por eso Pablo explica que nosotros somos la circuncisión.  Nosotros somos la luz del nuevo pacto.  Nosotros anunciamos a Cristo quien sacrificó su vida por nosotros.  Nosotros adoramos y nos gozamos en el Espíritu no por las obras y sacrificios que hacemos (o la circuncisión) sino porque Jesús nos ha rescatado.  No confiamos más en lo que la carne pueda hacer o no hacer sino en el Espíritu de Dios que nos renueva día a día.
Tal vez tengas tiempo pensando que debes realizar ciertas actividades para poder recibir el “perdón” de Dios.  Hoy debes entender que la Biblia explica lo contrario.  La circuncisión junto con cualquier otro sacrificio, no van a hacer nada por ti.  La reconciliación con Dios y el perdón de pecados solamente llegan a través de Jesucristo.

Oración
Padre Santo: gracias por abrir mi entendimiento.  Gracias por mostrarme cómo puedo reconciliarme contigo y sobre todo, gracias por extender tu perdón y tu amor hacia mí a pesar de mis faltas.  Hoy te pido que perdones mis pecados y reconozco que Jesús fue sacrificado para salvarme.  Gracias por haber completado tu pacto y darme la oportunidad de ser parte de tu herencia.  Renueva mi vida Señor.  En Cristo Jesús.  Amén.

No hay comentarios: