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21 jun 2016

Salmos 27:7-8 Oye Señor, mi voz cuando a Ti clamo; compadécete de mí y respóndeme. El corazón me dice: ¡Busca su rostro! Y yo, Señor, tu rostro busco.

La biblia nos dice en romanos 10:9 que para ser salvo (ir al cielo) uno debe confesar con su boca que Jesús es el Señor y creer en su corazón que Dios le levantó de los muertos.  Si Dios lo sabe todo, ¿qué necesidad hay de confesarlo con la boca?  Piénsalo.  Una parte es confesar con la boca mientras que la otra es creer en tu corazón.  ¿Por qué?  Piensa en esto: ahora que ha habido elecciones en distintos países y están por ocurrir en Estados Unidos, la gente dice (o confiesa): yo apoyo a tal o cual candidato.  Una vez elegidos.  Si alguien les cuestiona sobre ese candidato (ahora electo) y su desempeño, de cierta manera son copartícipes de su éxito o fracaso y tendrán que responder por lo que están haciendo.  Si uno se equivoca al escoger pues tendrá que reconocerlo y confesar nuevamente que debió haber escogido de forma distinta.  Pero ¿cómo funciona con el Señor?  Cuando uno confiesa que cree en Él, ya no se puede regresar.  Públicamente se ha declarado que uno reconoce a Cristo como Señor de su vida y se complementa con la parte interna creyendo en el corazón que fue levantado de los muertos.  Confesando.  Públicamente tomando una posición sin poderse retractar porque Cristo es perfecto y nunca cometió ningún error ni pecado.  Y bien, si juntamos este principio con el ejemplo de las palabra de David el día de hoy podemos entender lo siguiente: David había confesado en repetidas ocasiones su fe en Jehová.  Así venció a Goliat y así fue ungido para ser rey.  Sin embargo, las circunstancias cambiaron.  Había mucha adversidad y lo querían asesinar.  Él tenía dos opciones: negar su confesión acerca de Jehová y buscar una solución como se la pedía la gente que le rodeaba o, dejar que el Señor abriera caminos donde no había y confirmar, con acciones, que su confesión acerca de Él, era pura y real.  ¡Por eso clama al Señor!  ¡Por eso pide que se compadezca de él!  ¡Por eso busca su rostro!  Coloquialmente, David no diversificó su riesgo y puso “todos los huevos en una canasta”.  Esa canasta es Jehová.  No tenía otra opción más que confiar y seguir caminando por el camino que había confesado.  ¿Lo puedes entender?  Es extremadamente profundo y transforma nuestras vidas.  El clamor a Jehová llega porque no quiere echarse atrás.  La búsqueda del rostro de Dios viene porque sabe que no hay mejor camino pero su carne lo traiciona.  Uno puede votar por otra persona y después arrepentirse y reconocer su error pero cuando “votamos” por Cristo no hay marcha atrás pues Él jamás se equivoca.  ¿Te das cuenta?  Ahora, cuando te encuentras en problemas y no sabes qué hacer, no vas a regresar a tus impulsos ni tus reacciones normales pues ahora sabes que hay otro camino: Dios.  Cuando te encuentras en encrucijadas, debes recordar este pasaje de David clamando, buscando y pidiendo compasión.  No vuelvas atrás.  Por eso Dios nos pide que confesemos con nuestra boca.  No porque no sepa lo que pasa sino para que nosotros entendamos el compromiso que representa ser hijos de Dios.

Oración

Padre: no quiero volver atrás.  No quiero que de mi boca salga alabanza para nadie más que para Ti.  Clamo a Ti.  Busco tu rostro y pido te compadezcas de mí pues en repetidas ocasiones hago lo que no debo y no quiero apartarme de Ti.  Abre caminos para que no comprometa mi integridad hacia Ti.  Líbrame de las tentaciones y fortalece mi fe para que los demás vean la esperanza tan hermosa y perfecta que hay en Ti.  Te lo pido en el nombre de Cristo Jesús.  Amén.

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