Vistas de página en total

18 oct 2016

Salmos 31:3-5 Guíame, pues eres mi roca y mi fortaleza, dirígeme por amor a tu nombre. Líbrame de la trampa que me han tendido porque Tú eres mi refugio. En tus manos encomiendo mi espíritu, líbrame, Señor, Dios de la verdad.

Personalmente pienso que David tiene un carácter muy parecido al de Pedro.    Un día sale a luchar contra el gigante Goliat, confiado en que el Señor ya ha dado la victoria mientras al otro día comete adulterio con Betsabé y termina asesinando a su esposo.  Pedro es el primero en confesar que Jesús es el mesías y también el primero en negarlo tres veces.  Estos son los ejemplos que tenemos en la biblia.  Personas reales.  Con dudas.  Con problemas.  Con sentimientos.  Con pasiones.  Hoy quiero meditar en las palabras de estos tres versículos.  David, descrito por Dios como un hombre conforme a su corazón, nos muestra sus momentos más sensibles.  Nos abre su corazón y podemos sentir su vulnerabilidad.  Había sido ungido para ser rey y ahora era perseguido por Saúl sin haber hecho nada malo.  Guíame, le pide a Dios.  ¿Te has sentido así?  ¿Sin rumbo?  ¿Sin saber cómo tomar una decisión?  “Guíame” le dice David al Señor.  Tú eres mi roca y mi fortaleza, guíame.  Parecieran sencillas sus palabras pero son mucho más profundas cuando analizamos el contexto.  El rey Saúl perseguía a David por envidia.  La gente cantaba que Saúl vencía a mil enemigos mientras que David vencía a diez mil.  Es muy probable que, de haberlo querido, David hubiera podido haber dado un golpe de estado y quitar a Saúl del trono.  Tenía todo el apoyo de la gente.  De hecho, tuvo dos ocasiones para asesinar a Saúl y decidió no hacerlo.  ¿Por qué?  Porque tenía muy claro que Jehová lo había puesto ahí como rey y Él decidiría cuando lo quitaría.  En palabras de David: no puedo matar al ungido del Señor.  ¿Te das cuenta?  David no estaba pasando por un buen momento.  Podía reaccionar conforme a sus impulsos.  Gritar que no era justo y tomar justicia por su propia voluntad quitando a Saúl pero no lo hizo.  Sufrió persecución injustamente y en su corazón cantaba este salmo: guíame Señor, mi roca, mi fortaleza, líbrame pues en Ti confío.  Imagina por un momento esa lucha entre sus impulsos y carnalidad diciéndole que es injusta su situación, que debe salir y hacer algo al respecto mientras que por otro lado, sabe que Dios tiene un mejor camino y clama a Él para que lo muestre.  Ahora medita en cómo reaccionas ante las injusticias en tu vida.  ¿Qué haces cuando algo no te gusta?  ¿Dónde buscas consejo?  ¿Cómo decides?  Si David, siendo linaje escogido para que de su descendencia naciera Jesús, pedía dirección a Jehová, me parece fácil entender que nosotros debemos buscar aún más el mismo camino.  Aprende a controlar tus impulsos y dejar que Dios muestre un camino distinto.  Ten fe en que Él tiene bendiciones para ti aunque las cosas estén de cabeza.  Pide que dirija tu vida.  Acude a Él para que sea tu roca y tu fortaleza.

Oración

Señor: solamente tú puedes sacarme adelante.  Solamente tú puedes ser mi roca y mi fortaleza cuando las cosas no tienen sentido y mi instinto busca actuar de manera incorrecta.  Lléname de tu paz y guíame para actuar conforme a tu voluntad.  Abre mi entendimiento y fortaléceme pues quiero decidir por ti y para ti.  Te lo pido en el nombre de Cristo Jesús.  Amén.

No hay comentarios: