Vistas de página en total

3 oct 2016

Salmos 30:9-10 ¿Qué ganas Tú con que yo muera, con que descienda yo al sepulcro? ¿Acaso el polvo te alabará o proclamará tu verdad? Oye, Señor; compadécete de mí. ¡Se tú Señor, mi ayuda!

¿Qué está diciendo David?  Que no quiere morir.  Mientras él viva, pueda alabarlo y proclamar su verdad pero una vez muerto, el polvo no podrá hacerlo.  Lo interesante, a mi parecer, viene en el versículo diez cuando dice: compadécete de mí.  Con humildad le pide a Dios sus deseos reconociendo que Él es soberano.  ¡Cuánto hay que aprender de este ejemplo!  Por un lado, expone sus deseos de seguir vivo.  Por el otro, lo balancea perfectamente con el reconocimiento de la autoridad de Jehová.  ¿Cómo reaccionamos nosotros?  Normalmente nos enojamos cuando Dios nos enfrenta a una situación que nos disgusta.  Tal vez has perdido a un ser querido.  Padres.  Hijos.  Hermanos.  Amigos.  ¿Cuál fue tu reacción?  En el contexto de hoy, una reacción adecuada sería: Dios, me encantaría que esto no pasara y te pido te compadezcas de mí, sin embargo, reconozco que Tú eres Rey y Soberano y que tus decisiones son por encima de todo.  Ayúdame a entenderlas y a seguir adelante pues no sé cómo lo haré.  ¿Lo puedes comprender?  Vuelve a leer la respuesta.  Entiende la postura de humildad y reconocimiento por encima del enojo y frustración que conlleva la circunstancia adversa.  Dios, no sé cómo puedo servirte o aprender algo de esto tan doloroso pero aquí estoy para servirte.  Ten piedad y misericordia de mí.  Ayúdame.  Así le está diciendo David.  No entiendo de qué sirva que yo muera y me dejes abandonado en el sepulcro, por eso te pido que te compadezcas de mí y seas mi ayuda.  Es muy profunda esta enseñanza.  Medita en esto por un momento porque cuando las cosas van en nuestra contra, es natural reaccionar de manera opuesta.  Nuestra carne se encarga de buscar culpables, de buscar alternativas a nuestro alcance, de rechazar la realidad y de llenarse de enojo, coraje y rencor.  Sabes que no estoy exagerando.  Es muy probable que ya hayas atravesado por algo así y también hayas tenido todos estos sentimientos.  Todos somos iguales: pecadores.  Todos tenemos una naturaleza caída que no busca lo de Dios y tenemos que aprender a hacer consciente cada decisión que tomamos para poder caminar conforme a la voluntad de Dios.  Mientras que tu carne reclama y cuestiona a Dios por qué permite tal o cual cosa, el espíritu nos guía a pedir para que Dios nos utilice a pesar de no entender lo que está pasando.  Buscamos servirle antes de ser servidos.  Buscamos darle gloria a pesar de que las circunstancias sean adversas.
Piensa por un momento en lo que está pasando en tu vida o en algún evento anterior que haya sido muy difícil.  ¿Cómo quieres actuar?  ¿Cómo quieres reaccionar?  Solamente hay dos opciones: tu carne o el espíritu y ya sabes hacia dónde te lleva cada una.  Medita.  Pide a Dios por dirección, amor y consuelo.

Oración
Padre: no entiendo tus planes.  No entiendo por qué pasan muchas cosas pero estoy convencido que Tú me amas y quiero seguir tus pasos por encima de todo.  Lléname de tu paz, de tu amor y consuelo para poder caminar sin importar el viento en contra.  Abre caminos donde no lo hay.  En Cristo Jesús.  Amén.

No hay comentarios: