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16 feb 2009

Mateo 15:30-31

Y se le acercó mucha gente que traía consigo a cojos, ciegos, mudos, mancos, y otros muchos enfermos; y los pusieron a los pies de Jesús, y los sanó; de manera que la multitud se maravillaba, viendo a los mudos hablar, a los mancos sanados, a los cojos andar, y a los ciegos ver; y glorificaban al Dios de Israel.



Las personas que se describen en este versículo, estaban física y visiblemente enfermas. Cada uno de estos enfermos, reconoció que tenía una enfermedad. Buscó, dentro de sus medios, la posibilidad de ser sanado y no lo lograron. Pasó el tiempo y se fueron acostumbrando a su enfermedad y aprendieron a vivir con ella. Un día, escucharon un rumor sobre un tal Jesús de Nazaret que estaba sanando enfermos y realizando milagros por todos lados. Una pequeña luz de esperanza que brillaba en su interior volvió a tomar fuerza y se iluminó por completo. “tengo que acercarme a ese Jesús” pensaban. Así que en lugar de seguir como todos sus días, decidieron tomar acción y buscar a ese Señor. Algunos tuvieron que pedir ayuda para ser llevados y muchos otros fueron solos, pero cada uno de ellos tenía esa llama interna con la esperanza de ser sanados.
Es necesario reconocer una enfermedad para buscar al doctor.
Tú y yo estamos “enfermos”. No se trata de que estés de acuerdo o no. La Biblia lo dice claramente: por cuanto todos pecaron están destituidos de la gloria de Dios (romanos 3:23). El pecado es nuestra enfermedad. Pero no es una enfermedad cualquiera. Es una enfermedad que se esconde en el orgullo, en los placeres, en la mentira, en los deseos, en la ira, en los resentimientos, entre otros. De ahí la dificultad para detectarla y entender la necesidad de acudir al “doctor”, Jesús.
Hoy te invito a que reconozcas tu necesidad de ser sanado. Tu necesidad de Dios. Como aquellos que estaban ciegos, mancos, mudos y cojos, tú necesitas ser curado de tu pecado. Lo que necesitas hacer para sanarte es acudir al “doctor” Jesús y ponerte a sus pies. Reconoce que estás enfermo y pide que te sane, pide que limpie tus pecados y cambie tu vida. Los enfermos del versículo habían perdido toda esperanza y por ello se humillaron y llegaron a los pies de Jesús, no exigiendo, no reclamando por su condición, sino simplemente pidieron por misericordia y misericordia les fue dada. Después de haber estado postrados ante Jesús, escucharon una voz con autoridad que les dijo: “¡abre los ojos!, ¡habla!, ¡camina!, ¡escucha!”
Sus vidas nunca volvieron a ser igual.
Vivieron agradecidos por el regalo que recibieron. Compartían con la gente las maravillas que aprendieron de Jesús y cómo fueron sanados. Gracias a personas como estos enfermos, al final, las personas a nuestro alrededor se maravillan de lo grande, amoroso y buen “doctor” que es Dios y quieren también ser sanadas. ¿Cómo alguien no se va a maravillar de ver a un hombre adúltero que se vuelva a su esposa y la ame; de una persona amargada y rencorosa que ahora sonríe y ha perdonado; de una persona resentida por lo que no tiene y ahora disfruta y comparte lo que sí tiene e incluso dice que tiene más de lo que necesita; una persona que no tenía esperanza de vivir y ahora disfruta su vida compartiendo de Aquél que le mostró el propósito de su vida?
Hoy tú puedes hacer la diferencia. Hoy tú puedes comenzar a vivir diferente. Hoy tú puedes ser sanado. Has esta oración.

Oración
Señor: perdona mis pecados y límpiame. Reconozco que he pecado y que necesito ser sanado por Jesús. Que así sea en mi vida. Gracias Señor por mostrar amor hacia nosotros cuando lo único que he hecho es darte la espalda y seguir mi camino. Gracias por curarnos y mostrarnos nuestras faltas con tanto amor. Te pido que cambies mi vida y que la gente pueda darte gloria por los cambios que haces en mí así como lo hiciste con los enfermos del versículo. Te lo pido en el nombre de Jesús.
Amén

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