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8 mar 2011

Hechos 7:54-56

Al oír esto, rechinando los dientes montaron en cólera contra él. Pero Esteban, lleno del Espíritu Santo, fijó la mirada en el cielo y vio la gloria de Dios, y a Jesús de pie a la derecha de Dios. ¡Veo el cielo abierto, exclamó, y al Hijo del hombre de pie a la derecha de Dios!



Cuando todo comienza a ponerse negro y no vemos por dónde pueda mejorar, nos queda una sola opción: fijar la mirada al cielo y entregarnos al Señor. Lo ideal sería no tener que esperar a que la espada y la pared sean lo último que vemos, sino poder ser sencillos de corazón y voltear nuestra mirada a Jehová desde antes. Hay historias de personas que hablan sobre sus últimos días antes de morir y pareciera que sabían que su tiempo estaba cerca. Honestamente es un misterio y solo Dios sabe lo que manifiesta. En esta ocasión, le permitió a Esteban tener una pequeña idea de lo que le estaba esperando. El Señor no se había olvidado de él sino al contrario, tenía la mirada fija sobre su persona.
A veces Jehová nos manda ciertos momentos de alivio que solamente podemos ver cuando fijamos nuestra mirada en Él. Por ejemplo, me ha tocado conocer historias en las que la familia atraviesa un problema económico y sin entender cómo o por qué, los recursos llegan para cubrir sus necesidades. Lo que atravesaba Esteban era mucho peor que la falta de dinero. Él sabía lo que sucedería. Sabía de lo que el Consejo era capaz y sobre todo supo que había expuesto de manera abierta su falta contra Dios.
Es verdaderamente admirable el ejemplo de Esteban. Primero, no le importó quedar mal ante el Consejo sino que obedeció al Señor y habló del evangelio. Segundo. Sin importar que todo comenzara a estar en su contra, se mantuvo firme y siguió dando testimonio de Cristo en lugar de buscar mejorar su situación. Y tercero. Nunca se olvidó que para seguir adelante, su mirada tenía que estar fija en el cielo con la esperanza de que Dios estuviera en control. ¿Qué hacemos nosotros en cambio? Uno, preferimos quedar bien ante nuestros amigos o colegas de trabajo y “los respetamos” al no hablar de Jesús. Segundo. Cuando algo está en nuestra contra, preferimos aclarar la situación y “salir del problema” en lugar de entender que el problema somos nosotros y que Dios busca transformarnos. Y tres. Primero nos gusta voltear a todos los recursos que tenemos frente a nosotros antes de reconocer que necesitamos ayuda. Sí, creemos en Dios, pero solamente lo utilizamos como último recurso.
La biblia nos dice que Dios es celoso. Celoso de nuestro tiempo con Él. De nuestra santidad. De nuestra transformación. De nuestro servicio a Él. ¿Qué estamos haciendo? ¿Cómo estamos viviendo? ¿Tenemos que esperar a que las situaciones extremas nos hagan entender lo alejados y poco entregados que estamos con el Señor? ¿Tan tercos y necios somos?

Oración
Padre: me rindo ante Ti. Perdóname. No quiero esperar al último minuto para reconocerte ni dejarte como mi último recurso. Quiero entender y vivir como lo hizo Esteban. Servirte, agradarte y obedecerte. Este es mi deseo y lo pongo a tus pies al igual que mi corazón. Heme aquí Señor. En Cristo Jesús
Amén

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