Vistas de página en total

17 mar 2011

Hechos 8:18-19

Al ver Simón que mediante la imposición de las manos de los apóstoles se daba el Espíritu Santo, les ofreció dinero y les pidió: denme también a mí ese poder para que todos a quienes yo les imponga las manos reciban el Espíritu Santo.



Tal vez te parezca ilógico lo que estaba pidiendo Simón. Es más fácil escuchar la historia que entender cuánto nos parecemos a los actores. Simón estaba reaccionando de una manera muy normal y probablemente tú y yo hubiéramos tenido una reacción similar. Piénsalo. Estás acostumbrado a trabajar y llevar tu vida de una manera. Un día, llegan unas personas a decirte que las cosas pueden ser diferentes. Vas con ellos una tarde, luego más días y te das cuenta que lo que hacen es increíble. ¿No te gustaría hacerlo también? Otro ejemplo: cuando alguien ofrece a Dios algo a cambio de resolver cierta situación. Dios mío, te prometo que hago esto o aquello si tu sanas a esta persona (o a ti); te prometo que si nos sacas de este problema cambiamos nuestra vida; y así los ejemplos siguen. Tal vez es más difícil de entender lo que Simón estaba pidiendo, porque no estábamos en ese momento siendo sorprendidos por los milagros de Felipe y los apóstoles, pero estoy convencido que nuestra ignorancia combinada con un gran orgullo, nos llevan a pensamientos similares. ¿Cómo vamos a poder comprar el poder de Dios? ¿Cómo vamos a negociar con Dios? ¿Qué tienes para ofrecerle? ¿Qué tienes que no tenga? ¿Por qué te crees tan importante? Es una clara muestra de que, como humanidad, no cambiamos con el paso de los años. Hace dos mil años un sujeto llamada Simón quería negociar con Dios. Hoy en día, muchos Simones andan por ahí tratando de hacer lo mismo. Andan buscando que Dios les ayude a seguir con sus propósitos cuando el evangelio anuncia lo contrario: entregar nuestra vida y seguir el propósito que Él ha establecido. Efesios 5:2 nos dice: lleven una vida de amor, así como Cristo nos amó y se entregó por nosotros como ofrenda y sacrificio fragante para Dios.
Tal vez te identifiques con aquellos que quieren negociar con el Señor. Es posible que ya lo hayas intentado varias veces. Hoy tienes que entender que Dios no funciona así. Lo que Simón intentó es igual a lo que nosotros intentamos hoy en día al tratar de darle estructura y forma a cómo trabaja Dios. Él nos dejó su palabra con los parámetros muy claros. Mandó a su Unigénito para que todo aquél que crea en Su nombre no se pierda más tenga vida eterna. No mandó a Cristo a negociar. Tampoco busca que le ofrezcas esto o aquello. Quiere tu corazón arrepentido. Quiere tu vida entera. En Sus términos. A Su manera. No a la nuestra. ¿Qué quieres hacer?

Oración
Señor: quiero vivir en tus términos. Me arrepiento de mis pecados y de pensar que puedo negociar contigo o que incluso puedo exigirte y quejarme por lo que pasa en mi vida. Hoy entiendo que estoy equivocado. Perdóname y permite que pueda aprender a vivir en entrega a Ti y a mi prójimo como Cristo lo hizo. Transforma mi corazón. Transforma mi vida. En el nombre de Jesús te lo pido
Amén

No hay comentarios: